domingo, 23 de enero de 2011

La Teoría del Color


La luz blanca, o espectro visible, es un conjunto de radiaciones electromagnéticas que se propagan de forma ondulatoria. Cada una de estas ondas tienen una longitud distinta y se mide en nanómetros. El abanico de ondas electromagnéticas que forman la luz visible abarca desde los 380 nm hasta los 700 nm, y corresponde a toda la gama de colores que capta nuestro ojo, cuya suma da como resultado la luz blanca.


 Estas ondas electromagnéticas se desplazan en línea recta y modifican su trayectoria al atravesar objetos transparentes, traslúcidos o al chocar con un objeto sólido.
Esta propiedad física de las ondas lumínicas es la que determina la forma que vemos el mundo que nos rodea.

Así pues, las ondas electromagnéticas pueden modificar su trayectoria al atravesar un medio con distinta densidad, como el agua o la niebla. Cuando encuentran un objeto en su trayectoria, este absorbe una parte de estas radiaciones mientras que las demás son reflejadas por él, llegan hasta nuestro ojo y son interpretadas como color, densidad y textura del objeto.

La rueda del color
Los receptores del color de nuestros ojos, llamados conos, tienen su pico de sensibilidad en las longitudes de onda correspondientes al color rojo, verde y azul, por esta razón son llamados colores primarios. La suma de estos tres colores da como resultado el color blanco, mientras que el negro es la ausencia de color, o sea de luz.
La reproducción del color en los monitores se basa en la combinación de estos tres colores luz, el llamado Sistema RGB (Red, Green, Blue).


 
Colores secundarios y colores complementarios
Los colores secundarios se obtienen del resultado de la suma de dos colores primarios: Amarillo(Y), Magenta(M) y Cian(C).
El color complementario a un color primario es el color que se ha obtenido al sumar los otros dos primarios. El color primario y su complementario se encuentran en lados opuestos de la rueda de color.

El resultado de sumar un color con su complementario es la luz blanca.


El balance de blancos y las dominantes de color.

Realizar un adecuado balance de blancos en el momento de la toma es básico para obtener una buena reproducción del color de la escena.
Esta operación es especialmente importante si realizamos las capturamos en TIF o JPEG, ya que todas las correcciones que apliquemos al archivo en el momento de la edición repercutirá en una pérdida de calidad, especialmente en el caso del formato JPEG, pues que se trata de un formato con compresión.

En formato RAW, al tratarse de un tipo de archivo en bruto, la aplicación de correcciones posteriormente a la toma resulta factible. Pero, aunque obtendremos buenos resultados sin perjuicio de la calidad de imagen en la mayoría de los casos, es muy recomendable realizar correctamente el balance de blancos previo a la toma.





La Temperatura de Color
La temperatura de color se mide en grados Kelvin (ºK), y es posible medir la temperatura de color de una escena, de forma precisa, con un dispositivo llamado termocolorímetro.

Los tonos de colores rojizos y anaranjados son los más cálidos y corresponden a temperaturas de color más bajas. Los tonos fríos azulados y violetas tienen temperaturas de color altas.

Parece extraño que un color cálido, como el rojo, tenga una temperatura de color más baja que el azul, que es un color frío. La respuesta está en el fenómeno que se produce al calentar un metal negro. Primero el metal absorbe calor, pero no emite luz, al llegar a una temperatura de 2.000ºK, el metal se vuelve incandescente y emite luz roja. Si seguimos calentando el metal, la luz que emite se vuelve amarilla y, finalmente, azul cuando alcanza la temperatura de 10.000ºK.

Las fuentes de luz artificial domésticas tienen escasa potencia lumínica y una baja temperatura de color que, en el caso de las bombillas de incandescencia, da como resultado fotografías con tonos cálidos (amarillentos y anaranjados), mientras que los tubos fluorescentes domésticos proporcionan tonos verdosos. Antes de la aparición de la fotografía digital, esto obligaba a equilibrar la Temperatura de Color mediante filtros. Actualmente basta con ajustar el balance de blancos de nuestra cámara digital.






El sol es la fuente de luz más potente que existe y proporciona un amplio abanico de temperaturas de color. Desde luces muy cálidas (de 2.000 a 4.000 ºK), en las horas extremas del día; una temperatura media (5.500ºK), en las horas centrales de un día despejado; y hasta temperaturas de color altas (7.000ºK), en cielos despejados de alta montaña, lo que nos produce una dominante azulada en nuestras fotografías.

Es muy importante integrar en nuestra rutina de trabajo un análisis previo de la luz con la que vamos a trabajar. Debemos valorar, ante todo, qué Temperatura de Color tiene la luz que ilumina nuestra escena o motivo para poder corregirla correctamente mediante el balance de blancos.




Existen en el mercado cámaras digitales, como la Nikon D300, que nos permiten un ajuste preciso de la Temperatura de color en grados ºK. Esto supone una gran ventaja en situaciones donde resulta difícil hacer un balance de blancos o en espacios iluminados con fuentes de luz con distintas Temperatura de color.



 
Bibliografía.
Por Núria Gras @www.nikonistas.com/digital/notices/breve_introducci_n_a_la_teor_a_del_color_1457.php

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